Mario Escobar nos ilustró a través de “Canción de cuna de Auschwitz” y con una historia real que rescató de la memoria romaní, de lo que fue el desconocido exterminio de los gitanos en manos de los nazis. Anteriormente, también nos recreó, muy bien documentado, otro desconocido genocidio, concretamente del que aprendieron los nazis sus posteriores tácticas de aniquilación: el holocausto armenio, y lo hizo en “El secreto de los assassini”.
Ahora nos acerca otra barbarie igualmente desconocida, la que sufrieron los más vulnerables, los más pequeños: los niños judíos. Sólo que Escobar los convierte en héroes, la historia le acompaña. Esta vez la novela lleva el título de “Los niños de la estrella amarilla” y salió a la venta en abril.
Mario Escobar han inspirado su relato una vez más en hechos reales documentados en el pequeño pueblo de Le Chambon-sur-Lignon donde acogían a los niños judíos que escapaban de los nazis.
‘Los niños de la estrella amarilla’
Jacob y Moisés Stein viven con su tía Judit en París hasta que en agosto de 1942 se desata la gran redada contra los judíos extranjeros. Sus padres, unos conocidos dramaturgos alemanes, se han escondido en la Francia Libre, pero antes de que su tía logre enviarles al sur, los gendarmes los detienen y los llevan al Velódromo de Invierno, donde más de cuatro mil niños, cinco mil mujeres y tres mil hombres tuvieron que subsistir sin comida ni agua durante cinco días. Jacob y Moisés logran huir antes de que pudieran ser enviados en trenes hasta el campo de Drancy. Cuando regresan a su casa en París su tía ha desaparecido. Deciden viajar en solitario a Valence para buscar a sus padres, pero el camino no será nada seguro ni fácil.
Justos entre naciones
Los niños judíos eran el primer objetivo de los nazis cuando querían destruir una comunidad. No les servían para nada, no eran productivos. Así que directamente los fusilaban o los mandaban a los campos de exterminio. Eso o les dejaban sin comida, ropa y vivienda. La cifra estimada de niños asesinados durante la Segunda Guerra Mundial por los nazis supera el millón y medio. Dos terceras partes, judíos; el resto, gitanos o pequeños con discapacidad psíquica o física. Quizás por la tragedia que encierra esa oscura cifra y lo desconocido que es este genocidio infantil, adquiera más valor la labor que unos humildes “pastores” descendientes de los hugonotes realizaron en el centro de Francia, en Le Chambon, tras la ocupación de Vichy, y quizás por eso se entienda mejor el reconocimiento que el estado de Israel les concedió 45 años después: “Justos entre naciones”.

Sobrevivientes del "Bloque de Niños No. 66" de Buchenwald - un cuartel especial para niños - fotografiados poco después de su liberación. Alemania, posterior al 11 de abril de 1945. — Federation Nationale des Deportes et Internes Resistants et Patriots