
‘Siberia’, la última novela de Txusmi Sáez, es casi tan perfecta como su protagonista, una espía rusa espectacular, más fría que el hielo y más imbatible que 007
“Fue a arrancar el motor del coche, pero primero sacó del bolso la fotografía que había guardado anteriormente. Era su próxima víctima, su trabajo actual, su objetivo inminente”
José María (Txusmi) Sáez: ‘Siberia’
‘Siberia’ es una novela escrita para triunfar. Una de esas que los amantes de las historias de espías no deberían perderse. Muy cuidada en muchos aspectos: buena portada, buena maquetación, buenas ilustraciones… Es casi tan perfecta como su protagonista, una espía rusa espectacular, más fría que el hielo y más imbatible que 007. Bueno…, casi.
Posee un ritmo narrativo sorprendente que no decae en ningún momento: ni siquiera en las maravillosas descripciones propias de los mejores cuadros realistas ni en la profusión de datos criminalísticos también exquisitamente cuidados.
Como lo están también sus personajes. Todos ellos perfectamente retratados con las palabras justas. Y todos ellos con un papel destacable en el relato de la historia. Dicho esto queda sobradamente clara la credibilidad de la novela.
Pero es que lo mejor es la temática. Jesús María Sáez (“Txusmi”) no ha recurrido a las viejos “asuntos” de espías. El dato real más antiguo que trabaja en la novela son los preliminares del polémico derribo del avión de la Malasysia Airlains con 298 pasajeros a bordo en el espacio aéreo de Ucrania. Y lo hace con una buena intrahistoria y para presentar a su protagonista en una situación bastante humana.
El gran trasfondo de la intriga es la desconocida y fatal “plaga de Siberia”. Así fue definida hace dos años por los medios de comunicación. El cambio climático y el consecuente deshielo dejó al descubierto el olvidado y mortal ántrax y sus fatales consecuencias. De nuevo “Txusmi” Sáez encaja muy bien esas piezas que no salen en los titulares de Prensa, para articularnos una historia bastante plausible.
Todo esto ajustado a una trama que utiliza las últimas y más modernas tecnologías para cazar a los más sofisticados agentes en donde nadie, absolutamente nadie, está a salvo.
A continuación puedes leer un fragmento textual de ‘Siberia’:
“Fue a arrancar el motor del coche, pero primero sacó del bolso la fotografía que había guardado anteriormente. Era su próxima víctima, su trabajo actual, su objetivo inminente. Se trataba de un hombre de complexión media, más bien alto, moreno, de ojos marrones con mirada profunda. Era natural del norte de España, del País Vasco. Tenía cuarenta y cinco años, estaba divorciado y parecía un excéntrico… Porque sino ¿a quién se le podía ocurrir el dedicar los últimos meses a viajar en tren de manera indefinida a lo largo y ancho de España? Bueno, a un excéntrico o a un idiota, también cabía esa posibilidad. En dos días debería coincidir con él en Sevilla, a bordo del Al Andalus: un tren turístico de lujo que parte desde la capital del Guadalquivir hasta Madrid, recorriendo la Ruta Extremeña, Toledo y Aranjuez. Era la apuesta de Renfe por los trenes turísticos de lujo en el sur de la península, que complementaba con el circuito por Andalucía.
De todas formas, no le pareció un trabajo demasiado complicado. Aunque a decir verdad, casi ninguno de sus «trabajos» fueron nimiamente complicados.
Tras dar matarile al ingeniero Nikolai, el siguiente encargo se desarrolló dentro del propio Moscú. Anna Kozlova, una nueva aristócrata rusa vinculada a los entramados oscuros próximos al accionariado del Banco Rossiya, estaba complicando la existencia más de lo adecuado a uno de los propietarios más poderosos en la construcción de oleoductos y electricidad. Anna, bisexual, aficionada al sadomasoquismo, a la cocaína y a otros vicios ocultos, amenazó con filtrar a la prensa ciertas fotos en las que personalidades respetables relacionadas con el petróleo no quedaban en buena posición. A cambio, pedía una importante cifra de muchos rublos para mantener la boca callada. Aunque Masha se encargaría de que esa boquita no hablara más. En un principio la propia policía o los servicios de inteligencia iban a hacerse cargo del asunto, pero tras una campaña de presión del líder de la oposición a Putin, Alexei Navalny, que acusaba al propio gobierno de crear un «sistema neofeudal», decidieron que era mejor atajar el problema desde otra perspectiva.”