Como Romeo y Julieta
Aparecían perfectos enamorados, uno junto al otro, sus manos asidas firmes, fundidas pero a la vez relajadas como si la una a la otra le diera permiso a volar libre si así lo decidiera. Reposaban tranquilos, con aquella serenidad ancestral que tan bien les definía, al igual que a aquellos dos reyes etruscos de un viejo sarcófago de Villa Giulia.